Tenía 23 años, ya una profesional y me faltaba la media
naranja, esa que toda mujer sueña; ese “je ne sais quoi”. Él llegó y
construimos una vida juntos: sueños,
alegrías, preocupaciones…e hijos.
Ok, fast forward…
24 años después, con hijos encaminados; ¿qué más le podía
pedir a la vida? Soñamos en retomar ese
“romance”; nos dedicaríamos a disfrutar, planificar la vejez, a soñar.
Como todo matrimonio o sociedad, había sus momentos,
tropiezos, discusiones, sinsabores, peleas.
Pero… al final, apostaba al amor, apostaba a la zapata sólida que
construimos por tantos años. Sabía que
yo había cometido errores también, ¿quién no? Sabía que yo no era perfecta, ¿quién
lo es? Sabia que quería… no sabia que él
ya no.
Y escuche: “me voy, quiero el DIVORCIO…”- POR TELEFONOOO… y en efecto no regresó.
Mi mundo giro tan rápido que quede con un vértigo “honoris causa”. No sabia quién era, qué quería, dónde iba, cómo
iba, de dónde venía, qué hacía y, muchos menos, qué hacer. Quedé desubicada en tiempo, espacio y
corazón. No tenía brújula. ¿Dónde era el Norte? ¿Qué les decía a mis hijos?
Quería gritar, tirarme a la cama en posición fetal… no
dormía, no comía. Bajé 5 libras en días, cuantas veces hice ejercicios y jamás
había bajado de peso tan rápido; no me preguntes cuantas llevo… pero me veo ¡divina!!!
Decidí organizar mi desorden, y aquí te lo comparto pues
me imagino que muchas estamos viviendo experiencias que no esperábamos, pero
estamos decididas a sobrepasar y continuar:
Paso 1: Escribir: todo lo que quieras decir, que
quieras gritar, que no dijiste y ¡nunca dirás!
Noches enteras escribiendo:
“Hoy comienzo mi despedida, sabíamos que
algún día llegaría. Para que veas como
son las paradojas de la vida, todavía puedo sentir que te quiero, te pienso, me
dueles y te extraño. Fuiste, eres y
serás ese amor que duele, quizás por verdadero, quizás por terco; ¿quién sabrá?
Quería envejecer contigo, viajar
contigo, tener la casa de nuestros sueños, casar a nuestros hijos juntos, emborracharme
contigo, pelear, vivir y morir contigo…
Hay momentos que pregunto si es que,
aunque hubo un gran amor, la vida no nos dejo disfrutarnos, la vida no fue
cómplice…nos hizo falta tiempo.”
Estos son extractos de lo que escribí, era la única forma
de dejar saber el tsunami que mi mente tenia.
Me faltaba poco por cumplir 50 años y con 3 infartos en
mi “dossier” es aquí donde comienzo
la peregrinación al divorcio, a la nueva vida y a reformularme. A perdonar y pedir perdón. El peregrinar fue, es y será duro, triste, de
reflexión, reorganización, dudas, enojos, tropiezos, malas decisiones,
opiniones de otros, unas buenas, otras fatales…
¡Buscarás tu paz mental y las tormentas vendrán y te
atraparán, y de qué manera! ¡Pero el sol
sale, confía!
Todavía voy a medio peregrinar y sé que me falta mucho
por andar: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
Quiero contarte mi testimonio y que compartas el
tuyo. Con nuestras ideas, consejos y
nuestra continua búsqueda de soluciones veremos como sanamos, nos reinventamos,
veremos que no todo fue tan malo, que tomamos decisiones erradas, otras
acertadas, que nuestros hijos estarán bien (a la medida, que nos vean ellos a
nosotras bien). Aprenderemos a escuchar
y buscar consejos, y muchas nos dejaremos llevar en la odisea de un nuevo
comenzar. Y sí, ¡lo lograremos!
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